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Studio 60 | la arquitectura del vértigo

julio 18, 2007

Un guionista se inmola frente a las cámaras con un discurso que denuncia las hipocresías y los manejos de la televisión abierta en los Estados Unidos, un país cooptado por la ansiedad moral patriótica conservadora post 11 de septiembre, y por la histeria reaccionaria de una Iglesia devenida en el non plus ultra de la intolerancia. En ese contexto, el negocio del entretenimiento es una batalla entre la libertad de expresión,  lo políticamente correcto y el cada vez más grande tabú que se cierne sobre la sexualidad y las críticas a la religiosidad. Pausa.
Guionista echado. Llega una nueva presidente a la cadena de televisión (Amanda Peet, quizá lo más bello que ocupe la pantalla de televisión este año) y quiere contratar a los más capos, Matt y Danny, Matthew Perry y Bradley Whitford. Al primero es difícil dejar de verlo como Chandler, pero a los tres episodios ya se saca esa mochila y logra un personaje atormentado por su propia creatividad, con un despliegue físico admirable y un registro de gestos que va a dejar de cara a más de un detractor de la comedia blanca. Perry es un  actor de la hostia. Pausa.
Lo que ocurre detrás de escena de un programa cómico en vivo tipo Saturday Night Live. Ese sería el plotline, el resumen. En realidad es la excusa para que Aaron Sorkin (The West Wing) vuelva a demostrar que tiene un talento fuera de serie para crear conflictos dramáticos originales a partir de estructuras clásicas: ex parejas enfrentadas a su pasado, solteros empedernidos enfrentados a sentimientos maritales, la religión y la política contra la libertad, idas y vueltas del poder corporativo. Ironía: Studio ‘60 sólo duró un año en estados Unidos. la cadena NBC la levantó de su grilla a pesar de que fue un éxito. Pausa.
Amanda Peet es una celebración de la sonrisa. Dos o tres planos cortos de su perfil justificarían toda la temporada de una serie que además de la belleza de la protagonista tiene un tremendo vértigo. Todo ocurre rapidísimo. Virtudes del guión en una serie sobre guionistas: todo ocurre en los diálogos, en idas y vueltas de palabras que cuentan una acción de la que vemos poco. En las conversaciones está la arquitectura del vértigo de Studio ’60. Ellos tienen que poner al aire una hora de situaciones graciosas por semana, contra la Iglesia, el Estado, las leyes patrióticas de un país en guerra contra el mundo, las ex novias, los periodistas y los empresarios. Ahora viene una pausa. Pausa. 
Disfrutala. Si esta noche ves el estreno de Studio ’60 en Warner, probablemete sea la última pausa que tengas en mucho tiempo. 

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